En Lengua nos asignaron una tarea en la cual teníamos que escuchar y mirar el video de la canción "Crimen" de Gustavo Cerati y escribir una historia basándose en ello. Era en grupo y yo lo hice con Emilia, Francisco y Luka.
¿Quien fue el culpable del crimen?
Todo estaba tranquilo. Las tardes en Londres, siempre nubladas como si fuera a llover, daban un aire misterioso en la oficina. Los papeles en mi escritorio se iban amontonado y ningún trabajo pararía emocionante. Ya eran las 5 de la tarde, yo estaba tranquilo tomando el té mientras miraba las nubes grises que no dejaban escapar ni al más pequeño rayo de sol a través de mi ventana. Parecía que el día nunca terminaría, estaba desahuciado.
Ya faltában menos de dos horas para irme, cuando oí a la gran puerta chirriar y mi jefe, John Morrison entrando por ella. Mi jefe es una persona muy estricta, el no soportaba la irresponsabilidad ni la vagancia, cualquiera que lo cuestione sería sancionado. John lleva puesto una camisa azul, arremangada hasta los codos,un jean azul oscuro que la combinara y unos zapatos negros de charol. Cualquier persona que lo hubiera visto en ese momento pensaría que estaba enojado o por lo menos cansado. Su cara no tenía muchas expresiones, sus facciones estaban siendo marcada por la edad y el color de sus ojos marrones que en algún momento habían visto brillantes, se estaban apagando.
Ese día llevaba el ceño fruncido y una pipa en su boca. En su mano llevaba un sobre de color marrón sin ninguna descripción o nombre.
- Te tengo un caso, Whylax - me dijo.
- ¿Qué clase de caso? - pregunté pareciendo interesado. -
No, deja ni me lo digas. No lo quiero.
- Miralo y despues rechazaló. - Refuto serio. Mientras se iba por la puerta.
Resignado, agarre el sobre y saqué los papeles que se encontraban dentro. Dentro habían fotos, nombres y fechas. El diputado William Parrow había muerto. Los sospechosos más nombrados en la carta eran los siguientes. Su esposa, Sarah Jones, una chica 15 años menor que él. En la foto se mostraban sus finos rasgos, una muchacha con piel blanca como la nieve y una cabellera negra como la perturbante oscuridad de un sueño que caía sobre sus delicados hombros. Sus ojos, eran de un color azul, un azul tan intenso que atrapaba a cualquier hombre. La mucama era todo lo contrario, era una señora mayor de edad con el pelo castaño, pero con la raíz blanca, delatando los tintes que ocultaban sus canas. Llevaba un uniforme de trabajo suelto con una remera blanca y un saco negro. El último sospechoso era el mayordomo, según los informes eran las únicas tres personas que se encontraban el mismo lugar del asesinato, el diputado había muerto envenenado. El mayordomo era un hombre alto y flaco que ya era bastante viejo. Los cabellos ya eran blancos y su bigote bien recortado le ocupaba un tercio de la cara. Ninguno de los tres parecían sospecha alguna, pero yo me involucre igualmente en el caso.
Al día siguiente, cansado me levanté de la cama y me fui al trabajo; tenía que averiguar quién mató a William Parrow. El trayecto fue largo y aburrido, su casa o más bien mansión, estaba a dos horas de viaje. Lo mataron en su casa de verano frente al lago. Al llegar, me abrió la puerta Edward, el mayordomo. Su casa estaba compuesta por un gran salón y unas escaleras en espiral. Cualquiera que la viera, pensaría en la película de Cenicienta de Disney. Después de entrar, observe bien a los tres sospechosos, los tres estaban sentados en el gran sillón para ser entrevistados. Los tres se veían serios y nerviosos.
Había una silla al frente del sillón que estaba designada al detective, por lo tanto me senté y comencé con las preguntas, este era un caso para principiantes y yo el gran Walax no iba a perder tiempo en cosas de niños. Ni siquiera había planeado las preguntas anteriormente ya que este tipo de crímenes suceden a menudo y generalmente las preguntas son las mismas: ¿que tan cercanos eran a la víctima?, ¿ cuál era su relación con ella?, y si sabían algo relacionado con su vida personal. Así que comencé con la mucama que estaba tan nerviosa que no podía ni pronunciar una sola palabra.
- ¿Qué tan cercana era usted a William? - pregunte paciente.
- "Yo apenas lo he visto un par de veces" - contestó inquieta la señora.
- ¿Por qué ? - Le pregunté,
- Estoy como suplente, soy mamá de la mucama original. Mi hija está muy enferma pero necesitamos el dinero por lo cual estoy como su suplente. - Explicó para luego de esto romper en llanto.
Un experto como yo sabía diferenciar cuando una persona estaba mintiendo, y esta pobre anciana no lo hacía. Así que la deje que se retirara a su habitaron libre de culpas. Luego seguí con el mayordomo.
- ¿Cuál era su relación con William? Pregunte como de costumbre. Pero nunca me hubiese esperado su respuesta…
- No voy a contestar" respondió. -
- Tiene que hacerlo. - Le dije firmemente, pero él se negaba, después de un largo rato de negociación logre que me respondiera.
- El y yo éramos amantes - dijo. Nunca me hubiese imaginado que el señor Williams engañaba a su bellísima esposa, y menos con un hombre de su servidumbre. Si eran amantes no podría haberlo matado, pensé. Así que seguí con su linda y seductora esposa Sarah.
Sarah, era mucho más bella en la vida real que en las fotos nombradas anteriormente. Alta con una melena negra como la noche, figura esbelta y unos ojos azul zafiro como el reflejo de la luna en el agua. Uno pensaría que es una persona inofensiva, casi indefensa. Pero, desde mi punto de vista es de la cual tengo más sospechas. Ya sentada en el sillón empezó la interrogación.
- ¿Cuál era su relación con William? - pregunte por tercera vez.
- Pense que era un hombre inteligente, detective. - respondió con una sonrisa engatusadora. Para después agregar. - Pero por si no lo sabía, soy su esposa.
- ¿Y qué tan cercana era a su esposo? - cada vez estaba más impaciente por respuestas.
- ¿Que insinúa señor Whylax? ¿Que yo engañaba a mi esposo? - esas preguntas las hizo mirándome directamente a los ojos.
- Yo nunca dije tal cosa, solo estaba realizando las preguntas habituales.
- ¿Tiene alguna otra pregunta detective? - Sarah estaba tranquila, demasiado para mi gusto.
- No, ninguna más. Ya es todo, que una muy buena semana.
Cuando todos se retiraron del salón me dirigí a buscar pistas. Nada, no encontré nada. Exceptuando, un pedazo de tela roja manchada con algo parecido a tiza, pero con olor a té, en un cajón de la cocina.
Al regresar a mi casa un vago recuerdo volvió a mi mente. Yo con una cámara, mirando por la.ventana. Dos cuerpos desnudos y una cabellera negra, larga y sedosa captura por mi aparato.
Devuelta en mi oficina, me encontraba solo. Ya que Louis no contaba, ya estaba viejo y sordo. Nunca se daba cuenta de nada. Todo estaba en completo silencio hasta que alguien abre mi puerta. No me percate de quien era, hasta que los vi. Unos ojos azul zafiro brillosos y una sonrisa carmesí me miraban. Sarah se encontraba en mi oficina.
- ¿Se puede saber qué haces aquí? - pregunté inseguro.
- ¿No se puede venir a visitar a un viejo amigo? - Sarah contestó sin borrar la sonrisa de su boca.
- No sin un propósito, ya que también te investigo por un asesinato. - cada vez estaba más nervioso.
- ¿Y, descubriste quien fue? - preguntó, mientras se sentaba
- Sí - respondí seguro
- ¿Si?, ¿quien? - parecía interesada.
- Tú - todo encajaba. - Sarah Jones, la esposa de Whylax Mcgogen, sos la asesina. Hace años cuando nos encontramos en esa pub, tu esposo mandó a un detective privado a investigarte. Como consecuencia obtuve pruebas de que te estabas acostando con otro hombre. Sin embargo, no entregue las pruebas. ¿Por qué? Termine convirtiendo en tu amante tambien. Al no encontrar pruebas, Whylax volvió a mandar otro detective a encontrar pruebas, las encontró. ¿Me equivoco? No. Mcgogen, al descubrir que su esposa lo engañaba, no solo le daba el paso libre a estar con su propio amante, sino que también podría divorciarse. Si se divorciaban, tú no heredaron nada de su fortuna, ¿no es así? - Sarah estaba perpleja.
- ¿Y que si era así? No hay ninguna prueba de que yo lo mate. - aunque mucha gente pensaría que se vería nerviosa e inquieta. Seguía tan calmada como antes.
- Muy cierto - contesté - Sin embargo, la tela en el cajón de la cocina te delato. Al ocurrir el delito, los policías se enteraron bastante rápido. Tardaron una hora en llegar para ser precisos. Lo cual a nadie le daría tiempo para cambiarse. La tela era roja como tu vestido y el vestido que llevabas puesta en la entrevista era rojo y una manga era más corta que la otra. Lo que me da paso a pensar que el señor Mcgogen, rompió su vestido en la pedida de ayuda en su agonía.
- ¿Por qué deducirá eso? -
- Fácil señorita, el olor a té que la manga tenía. Es el té que su esposo derramó sobre usted. ¿Por qué lo hizo? Sencillo, fue envenenado con el. El veneno que se utilizó cerraba las vías respiratorias de la garganta por lo cual al estarse muriendo, el diputado se arrodillo y tomo lo más cercano que tenía. Su brazo. ¿Como se que lo envenenaron? Su manga tenía un poco de “tiza blanca” que la delata. Usted mató al señor Whylax Mcgogen, para poder quedarse con su fortuna antes que se divorciaran, ¿estoy en la cierto? - a Sarah se ensanchó la sonrisa.
- Es usted muy inteligente detective, demasiado para mi gusto. - después de haber dicho esto Sarah sacó un revólver de su bolso y me apunto.
- ¿Vas a dispararme? - no iba a huir. No era un cobarde, al momento en el que entró lo supe.
No contestó, solo me miro. Todo pareció detenerse en el tiempo, todo se movía en cámara lenta. Antes de volverse todo negro se escucho un gran estruendo, uno en el cual nadie más que yo había escuchado. Eso me pasa por hacer una oficina anti-sonido para que nadie escuche tocar el violín. Pero nada de eso importa ya, lo ultimo que escuche fueron 2 estallidos y lo último que vi fue un piso rojo con mi sangre mientras unos cabellos negros se iban por la puerta.
Seguramente se preguntaran en donde me encuentro y desde donde estoy contando mi historia. Lo único que les puedo decir es que ni siquiera yo lo se, pero el crimen de Sarah Jones no va quedar sin descubrir.